martes, octubre 26, 2010

Las mismas sensaciones de antes


Pasé a un lugar al que hace tiempo quería pasar, varias veces caminé por fuera pero mi tiempo siempre era corto esas veces, hoy el reloj no me apuraba por ello me decidí.

Entré en ese hall grande y frío que cuando pequeña miraba como una inmensidad, recordaba muy bien que era para el lado izquierdo, si hubiera tomado el otro creo con seguridad que me hubiese perdido. Al doblar llegue a un pasillo largo, caminé intentando recordar el recorrido que muchas veces hice con mi familia. Sentí la misma incomodidad que me producía caminar por ahí, camine sin mirar los nichos gigantes que hay a un lado, imaginando aún que en cualquier momento alguno de ellos se abre y sale alguien a asustarme, que los muertos se despierten para asustarme es algo un poco ilógico, pero siempre lo he imaginado.

Caminé lo mas rápido que pude, mientras reconocía el camino y las esculturas que he creído en cualquier momento se moverán, llegué a un pasillo al aire libre que tiene unas esculturas un poco tétricas y caminé por unos pasillos que quería se acabaran; sentía tranquilidad y al mismo tiempo una angustia por querer llegar a ese patio gigante en donde corría con mis primas por unas bajadas de cemento, llegábamos a una cruz que encontrábamos gigante, en donde con mis tías, mi mamá y mi abuela siempre dejábamos una flor, al pasar. Nos decían que era para que alguien nos cuidara, nunca entendí porque había que dejarle flores para que nos cuidaran, pero lo hacíamos y lo encontrábamos lo mas grande que veíamos en el camino. Hoy, cuando llegue a ese patio, recordando todo lo que comente, visualice la cruz, la alegría se apodero de mi. No sé si porque había llegado al lugar o por la desilusión de no ver la gigante cruz, sino que ver una cruz cualquiera con un cimiento en donde se dejan flores, ahora no tenía tantas flores, debe ser porque los niños y niñas como a mi, ya no le cuentan esas historias, lo malo de ésto es que ya no tengo la ilusión de la gigante cruz, sino que mas bien el recuerdo de encontrarla cuando pequeña, gigante.

Ya estaba cerca del nicho de mi abuelo, un hombre que no conocí, ni él a mi. Pero bueno... quizás a pesar de ello igual nos conocemos, vi varias escaleras que iban al subterráneo. El nicho de mi abuelo está en un subterráneo (claramente), después de buscar la bajada que tenía el camino mas corto para llegar, sentí el miedo que sentía cada vez que íbamos, creanme que los subterráneos de los cementerios son aún mas tétricos.

Recordé que era en ese momento cuando agarraba de la mano a mi mamá o a mi papá y le decía que no me soltaran porque me daba miedo, hoy me pare al borde de la escalera, apreté mi mano en forma de puño y no me atreví... creo que el miedo que sentí es aún igual que cuando era pequeña. Volveré acompañada es definitivo.

jueves, octubre 14, 2010

Una sonrisa basta


Hoy tuve que caminar por el centro de Santiago, comencé en Parque Bustamante y decidí pasar por un edificio que me resolvería algunas dudas sobre mi futuro, la verdad es que no me solucionaron mucho, pero me dieron otra dirección en donde mis preguntas serían contestadas y un número de teléfono. Decidí caminar hasta aquella dirección -Ahumada 341, 5to piso-, me sentía acompañada con mis audifonos y mi música, por alguna extraña razón no había mucha gente en ese lugar. Camine, mientras cantaba sin importar nada, me dedique a mirar los departamentos (quizás con la ilusión de poder vivir en uno de ellos) hasta que me di cuenta que cantaba en voz alta cuando un caballero que paso por mi lado se rió, yo sonreí y recordé una conversación que tuve ayer con uno de estos "jóvenes delincuentes", donde nuestra conclusión fue "la vida depende de con qué música la escuches" u algo así. A partir de ese momento decidí sonreirle, pasé por el cerro Santa Lucia y me dieron ganas de subir y mirar la ciudad, pero recordé mis labores profesionales y continué el camino prometiéndome a mi misma que dentro de este mes volvería.
Siempre me ha causado alegría ver a extranjeros en mi ciudad, creo que vuelvo a sentir las alegrías que he sentido cuando yo soy una de ellos y me doy cuenta que así como ellos no pasan desapercibidos, debo asumir que yo tampoco lo hago. Después de todo, en Perú, Bolivia y Ecuador mi color de piel me delata y en Argentina y Uruguay digamos que el acento no es el mismo (dentro de los países que he podido visitar). Durante mi camino vi a varios jóvenes españoles fotografiándose en la fuente alemana, el nuevo centro cultural Gabriela Mistral y varios saliendo de la calle Lastarria, además de un par de colombianos y según yo peruanos en las cercanías del cerro.
Al llegar a mi destino no encontré respuestas, pero pensé que la presencia policial y las barreras de contención en ese edificio querían decir algo, alguna actividad o la presencia de alguien importante, "qué se sho", como dirían mis amigos. Volveré mañana o llamaré por teléfono, después de todo fue mas que una caminata cualquiera a un lugar, fue una caminata que me lleno de alegría y que después se confirmo al leer en el libro que me acompañaba hasta hoy, que en dos frases explico lo que sentía: "la alegría que sentimos, nace de la constatación de sabernos cómplices en la aventura de reinventar el mundo"; y la segunda "buscamos la alegría no oficial, la alegría rebelde, la alegría subversiva, la verdadera alegría popular. Entonces sí estaremos revolucionando esta estructura triste a la que nos someten. La risa es una forma de resistir".

¿Qué?, que ¿qué libro leo? Uno que debería haber leído hace mucho, uno que necesitaba leer, ¡ahora!

domingo, octubre 10, 2010

A4

Ella lo puede decir mejor que yo ¿no?

El hogar como punto de partida


Es extraño no sentirse parte de un lugar en el que llevas viviendo mas de 12 años. Hay días en los que me encanta llegar a mi lugar sobretodo después de ir a lugares diferentes al mío, cuando debo ir a sectores en donde andar caminando es extraño, donde cruzar la calle es toda una travesía y en donde las calles y los arboles son tan grandes que nunca los hubiera imaginado en la ciudad. Después de todo en mi territorio yo camino por la calle, hay algunas veredas malas y son los colectivos y las micros los que se toman las calles, un lugar en donde caminar en el verano es insoportable ir acompañado por el sol, por que no hay arboles que acompañen el camino. Hay zapatillas colgadas en los cables y grupos de jóvenes en las plazas, me gusta ese lugar, en donde conozco a todos mis vecinos y soy capaz de reconocer a las personas que viven en mi mismo barrio, me gusta poder ir a conseguirme una mamadera para mi sobrina porque la de ella se perdió, conseguirnos los típicos trajes de colegio para los actos que todos usamos. Me gusta mi pequeño rincón en el mundo, en el mapa.
Pero es al mismo tiempo en donde creo que necesito conocer mas, hay días que no soporto llegar a la rutina, en darme cuenta que no somos nada y que nada sabemos, después de todo me siento igual de ignorante que en el momento que comienzo a recordar-me, desde ese momento en el que mi triciclo era mi vida y vestía un traje rosado de lana con flores que había tejido mi mamá y esos dos chapes a los lados con mi pelo un tanto mas claro que ahora, ese momento es el primero que recuerdo de consciente, momento que pensé había soñado hasta que vi esas fotos que me lo confirmaban, así me siento ahora. Inocente, ignorante, sin nada...
Y después de todo me da nostalgia pensar que en el momento de irme lloraré no sé si de alegría o pena pero lo haré, después de todo dejaré una parte de yo, de mi, y de mi historia...